domingo, 4 de abril de 2010

Clístenes, Pericles, el Demos: Demokratia de Forrest

Después de la muerte de Pisístrato, la política y la administración ateniense estaba confiada al demos, que por cierto, durante este tiempo alcanzó una significación clave tras su reformación por parte de Clístenes, a quien se le considera el Padre de la Democracia.




Clístenes fue un reformador, venido de una familia aristocrática, los Acmeónidas. Se unió al ejército espartano para alzarse con el poder. Esta familia logró, con la ayuda de Esparta, expulsar a Hipias, hijo de Pisístrato quien instauró una verdadera tiranía en todo el sentido de la palabra. Clístenes le dio al demos, mayor poder, pues “lo añadió a su facción”[1]. Sin embargo, por suposición se tiene que esta añadidura, era más una especie de “parapeto” a su política para contentar a esta clase y obtener así, posición sobre ellos. Aún así, el demos obtuvo importante papel durante su gobierno, muy a pesar de pertenecer a este elemento aristocrático llamado “facción”, y por tal motivo no tuviera mayor voz ni voto en la política.


No obstante, el demos, seguía siendo factor importante, Clístenes creó un nuevo status y con esto el demos pasaría a ocupar importantes cargos dentro de la administración ateniense, se llegó al momento en que tuvo la posibilidad de votar. Se empieza a formar así el término democracia. Sin embargo, no se debe olvidar, que esta democracia era relativa, relativa claro está, para nosotros, no para ellos. Pues, en esa época resultaba inconcebible el hecho de que un esclavo pudiera votar.


Otro aspecto que se debe resaltar es la invención del ostracismo, que consistía en la posibilidad y decisión por parte del demos, de poder elegir a quién quisiese para enviarlo al exilio, ya se tratase de un político ineficiente o de algún otro que representara peligro. Arma bastante eficaz que significó un gran avance y por otra parte confianza en el demos, suponiendo además que Clístenes se sentía bastante seguro en su posición.

Por tal motivo, no se discute que Clístenes haya liberado al demos y le haya otorgado cierto poder, que en todo caso no era suficiente para empuñar un arma en contra suya.


Clístenes quería cambiar la administración ateniense, darle un cambio que sin embargo no logró, empero bajo su gobierno se dieron los primeros síntomas de elección autónoma que se irían incoando con mayor esplendor en la Atenas de Pericles.


Al referirnos a los tiempos de Pericles, se hace oportuno hablar del trágico que dio vida a Edipo y a la heroína Antígona: Sófocles, aunque no participó activamente en la política, lo hizo en cierta medida en sus tragedias. En ella se vislumbran los primeros indicios de la democracia, con sus personajes, los cuales reflejaron al ateniense que busca la justicia, la igualdad en todas sus esferas y protesta en contra de la tiranía. Al mismo tiempo se presentan analogías entre Sófocles y Heródoto, en cuando a la justicia se refiere, al destino del hombre y a la necesidad de obrar como mejor le convenga; en libertad y alejado del imperialismo extranjero, al cual siempre miró con desagrado.


A pesar de aún haber intromisión divina en la tragedia de Sófocles, el hombre empieza a dudar, a ver que puede modificar su destino para bien o para mal: Edipo quiso desafiar su funesto e incestuoso destino refutando el designio del oráculo de Delfos, que le indica que había de contraer matrimonio con su madre:

“Oído esto, yo, fijando por los astros la situación de Corinto, eché a huir de ahí adelante adonde jamás pudiese ver cumplidas las infamias de mis fatales oráculos”.[2]


La democracia pues, se forma a partir de hombres que no quieren seguir sometidos, bien sea a las decisiones de un tirano o a las de un dios.


Durante Pericles, Atenas se hallaba empapada de un bagaje cultural e intelectual increíble. El hombre ateniense ya contaba con la conciencia política que se fue formando durante siglos y con los antecesores que echaron las bases de la democracia.


Podía haber, por supuesto, un hombre inculto incapaz de profundizar sobre temas filosóficos o científicos, sin embargo, casi la mayoría de los hombres atenienses estaban en capacidad de escuchar y discernir un discurso de Pericles. Lo que nos indica, ineludiblemente, que en la vida de toda Atenas, todos los hombres debían compartir y vivir con estos ideales a pesar de que difirieran de ellos. Y sin embargo, se hacía una necesidad participar, el hombre común podía comprender un discurso de Pericles, otros hombres de mayor relevancia, como aquellos que incursionaban en el campo de las letras por ejemplo, lo hacían en cierto modo en sus obras.

Tales como los trágicos Esquilo, Sófocles y Eurípides. Esto pone de manifiesto que el nacimiento de la tragedia también fue una muestra más de democracia, pues todos, tanto hombres comunes como los de la aristocracia asistían a aquellos lugares donde ocurrían las tragedias.[3]


[1] Forrest. W.G. La Democracia Griega. Trayectoria política del 800 al 400 a. de J. C. (Madrid: Ediciones Guadarrama, S.L, 1966), p.191.

[2] Sófocles. Tragedias Vol. 1. Barcerlona: Ediciones Alma Mater. S.A. p. 55.

[3] Rodríguez Adrados, La Democracia ateniense (Madrid: Alianza editorial., 1975.) p. 128, 129.


Bibliografía


-FORREST, W.G. La Democracia en Grecia, Trayectoria política del 800 al 400 a. de J. C. Traducción de Luis Gil. Madrid, Ediciones Guadamarra, S.L. 1966.

-GRIMBERG, Carl. Historia Universal Tomo 4. Emerge Grecia, Manuel Tamayo, Caracas. Ediciones Daimon, 1967.

-ADRADOS, Rodríguez. La Democracia ateniense. Adaptado por Manuel Gonzalo, Madrid Alianza Editorial, S.A. 1975.

martes, 23 de marzo de 2010

El Personaje de Stendhal


...es ante todo un Humano. Haber leído la “Cartuja de Parma” y “Rojo y Negro” me bastó para admirar a Stendhal el hombre, quizás un poco más que a Stendhal el escritor. ¿Por qué? Porque como escritor es alguien grande, sin duda un genio- que sometido por quien sabe qué- fue capaz de parir (no cambio la palabra) vísceras, sangres, espejos de “yoes”, espejos universales. Pero Stendhal el hombre fue tal vez apenas un pobre infeliz queriendo ser un Napoleón, pero un hombre que lidió con su genio; probablemente ni eligió ser escritor, acaso no tuvo más remedio y bendito hombre del mundo. Sin Stendhal el hombre, no hay Julián, no hay condesas virtuosas, no hay mujeres orgullosas, no hay madres bondadosas y adúlteras, no hay pequeños napoleones, no hay novela.

“Las novelas son espejos que pasean por la vía pública, que tan pronto reflejan el purísimo azul del cielo, como el cieno de los lodazales de la calle”

Stendhal (Extraído de Rojo y Negro)


Foto de Mazanares Gonzalez.

sábado, 4 de abril de 2009

La Resistencia de Ernesto Sábato


Cuantas veces ha intentado el hombre salir de los oscuros cajones, del misterio represivo del universo que ha sido siempre, desde tiempos remotos, el principal obstáculo de su libertad. Ya hombres se han preocupado por develar lo que está más allá de lo que sus ojos ven, hombres inconformes, ávidos de eternidad, empiezan a buscar medios por los cuales desahogar sus deseos por conocer lo absoluto y lo más profundo de su ser. El arte es una manera de hacerlo, es la única salvación posible en este tiempo de desesperación; Ernesto Sábato, autor argentino de obras tan halagadas como El Túnel (El mismo Albert Camus hizo traducir la obra al francés), es el ejemplo vivo, hombre que con sus 96 años aún sigue andando por los caminos de sus alucinadas fantasías, descifrando el enigma de sus pesadillas, luchando en este siglo que él mismo ha catalogado como el más calamitoso y abominable que le ha tocado vivir a la especie humana. A pesar de su ceguera no ha abandonado el arte, pinta en su tallercito con los lienzos y óleos meticulosamente ordenados; por disposición del médico tiene terminantemente prohibido escribir; no obstante, sus pinturas son el reflejo casi perfecto de sus ficciones, él ha dicho que a través de la pintura halla las piezas (para la vida) que no encontró escribiendo.

Sábato se ha caracterizado ante la crítica por ser un hombre oscuro, pesimista, amante de la soledad, a veces hasta agresivo e irritable; sin embargo, para entender los verdaderos sentimientos del artista es preciso leer al menos una de sus novelas puesto que son los personajes quienes la conforman que reflejan al hombre aparentemente resignado al borde del suicidio que al final, por algo oculto, quizás por una esperanza que le muestra el universo, decide optar por la vida y salvarse así mismo. Personajes como Martín (Sobre héroes y tumbas) y Juan Pablo Castel (El Túnel) muestran al hombre detrás del artista, a aquel hombre adolescente.

Martín es el niño que crece ante un mundo que empieza a desmoronarse, es el joven desamparado sin techo, que busca exasperadamente algún indicio de luz donde sólo parece haber oscuridad; Juan Pablo es el hombre pesimista que precisamente por haber caminado más en la vida, siente a la existencia marchar hacia un inconmensurable abismo. No obstante, a lo largo de todo este devenir de los personajes y sus sentimientos, Sábato manifiesta su anhelante deseo por no dejarse vencer. Cuando la escena oscura y agónica parece consumir a los personajes, cuando aparece el precipicio que podría ser el vehículo perfecto hacía la muerte, surge la luz y se vislumbra la resistencia, Martín y Juan Pablo deciden seguir caminando y darle forma a esa luz. Por lo tanto, Sábato elige resistir.

Por esta razón, Sábato es uno de los escritores más admirados por los jóvenes, es su héroe, ya que ningún escritor se ha comunicado tanto para frenar la resignación de adolescentes que empiezan a darse cuenta lo horrible que es vivir. El adolescente, es pues, un ser híbrido-mitad niño mitad hombre-que aborda el verdadero significado de la existencia, es el adolescente que formula las más grandes preguntas del mundo y Ernesto Sábato las responde con su arte, pues él mismo es un adolescente, así lo ha dicho él; un adolescente de 96 años ansioso de amor, que empieza a darse cuenta que el mundo no es tan horrible después de todo, y por ello, siente la necesidad de resistir, para él y para los miles de jóvenes inermes que lo escuchan a través de sus ficciones.

martes, 24 de febrero de 2009

La Escritura de la Prehistoria

El hombre tiene aproximadamente en la tierra dos millones de años, el 99% de su estancia, paradójicamente, está marcada en un período de lamentable oscuridad dónde lo poco que conocemos probablemente sean trozos minúsculos de sus vivencias universales, de modo que, todo un abismo de existencia nos empuja irremediablemente a un mundo de conjeturas y suposiciones. Para nuestra fortuna, existen hombres ansiosos por develar nuestro pasado más remoto, bien sea para cuestiones académicas, incertidumbres personales, o el simple “instinto” que empieza a alimentar el hombre desde que se inicia en la existencia: la necesidad de discernirse así mismo desde sus orígenes.

La prehistoria es, como se hace incuestionable, lo que está antes de la historia Sabemos que la historia es la ciencia que estudia los fenómenos y eventos del hombre desde la escritura hasta ahora. No obstante, aún no se conoce una escritura de la prehistoria como tal, lo que se tienen son meros ensayos de posibles eventos acaecidos a hombres que no tuvieron un legado cultural a sus espaldas o al menos es lo que suponemos, recordemos que el hombre de la prehistoria vivió a comparación de nosotros, casi una infinitud de años si tenemos en cuenta que sólo representamos un nimio y hasta casi dos por ciento dentro de la historia de la tierra (historia no en el estricto concepto claro está), y además tampoco sabemos qué pensaban esos seres, que hacían realmente, cuales eran sus creencias. Ya en el paleolítico inferior apareció el homo sapiens sapiens, un humano exactamente con nuestra capacidad intelectual. Hipotéticamente pudo haber sido un hombre que creó con plena conciencia, por supuesto, desde el instinto como nosotros; pero al fin, con un desprendimiento racional y pasional característico de la especie homo, sin embargo no lo sabemos con certeza; eso ocurrió hace miles de años, y a causa de nuestro pensamiento limitado a la pura racionalidad deducimos lo más fácil. No obstante, no conviene dejar correr estas páginas con suposiciones que posiblemente caigan en desatinos.



Por prehistoriadores, antropólogos, arqueólogos y un sin fin de eruditos más, podemos saber que el ser humano que conocemos ahora es el resultado de un progreso gradual en el tiempo y en el espacio, la especie homo fue en sus inicios un ser con una estructura física bastante diferente a lo que conocemos en la actualidad, con rasgos comunes a los monos y un cerebro bastante reducido, un organismo análogo con muchos otros del mundo salvaje y virgen que imperaba hace unos dos millones de años.

El hombre hizo su aparición en el cuaternario, era geológica que a su vez se divide en dos etapas citando a Sanchidrián, el pleistoceno y el holoceno que es la etapa interglaciar en la que vivimos actualmente. Bien es sabido entonces, que no le tocó una existencia fácil a la iniciada criatura homo, pues esta tuvo que ocurrir a una multitud de cambios y peripecias poco favorables para la especie, durante la etapa glaciar, no era mucho lo que pudiera elegir para su alimentación y abrigo, el hombre se desplazaba con grupos reducidos cuyo objetivo final era el del sustento y el calor. Las extremas temperaturas serían insostenibles y la especie homo no era la única criatura en la tierra luchando por su perpetuación. De esta manera, suponemos, que a partir de los instintos más básicos -como el del tener que fabricar medios cualesquiera que les sirviera para poder obtener el alimento- el hombre paleolítico, dejó caer una piedra, -causal o casualmente- y formó así, un utensilio de caza, de una forma más primitiva hasta llegar a una punta afilada con el que pudiera atravesar el costado de un herbívoro o un gran animal. El hombre pues, empieza a dar los primeros síntomas de la creación, se vislumbran las primera piezas hechas en hueso, asta, marfil; probablemente las sobras de sus animales consumidos o los restos de los animales exhumados. Como se sabe, existen casi infinitas hipótesis en torno a ellas, las más evidentes (y lo que resulta al mismo tiempo más lógico), que eran utilizados para extraer, roer, tallar, matar para la subsistencia, otros posiblemente con finalidades rituales y mágicas. Sin embargo, es una de las tantas teorías que se han formulado con respecto a estos artefactos.

El paleolítico es el período de la tierra más largo y el que menos se conoce, como ya lo comenté al inicio. Se divide en tres etapas bien definidas, al menos en la teoría, las cuales son el paleolítico inferior, el medio y el superior; en ésta fases ocurren cambios, revoluciones trascendentales y al mismo tiempo estancamientos. En el paleolítico inferior hace su aparición la especie homo sapiens sapiens, el actual humano, se empiezan a fabricar los primeros utensilios para la caza, se moviliza el hombre en grupos nómadas buscando, quizá, el mejor lugar que les proporcionara calor y la mejor zona donde pudieran cazar. En el paleolítico medio, se evidencian don especies de homo (Neandertal y sapiens sapiens), que tal vez, luchan por el territorio y el triunfo de una resultó la desaparición de la otra o simplemente la especie homo sapiens tuvo mejores capacidades de adaptación. Aparece el fuego y uno de los surgimientos más fascinantes no sólo para la historia del arte sino para la humanidad entera, las primeras representaciones artísticas del hombre.

Sin embargo, no quiero dar un salto sin pasar por lo más básico que comprende lo poco documentado que se tiene sobre la vida del hombre primevo. La alimentación, como es natural, consistió en animales muertos, pues el clima al principio no era muy favorable para una dieta más vegetariana, aunque, no se descarta en lo absoluto; incluso según estudios a las dentaduras halladas por los arqueólogos, se determinó que este hombre tenía una dieta consistente en frutos y hiervas.

No tenían una organización social muy definida, mejor dicho, no estaban organizados socialmente; al inicio, sólo de desplazaban nómadamente y algunos refieren que habitaban en cuevas por las altas temperaturas, vestían las pieles que arrebataban a sus animales cazados con los objetos que ellos mismo construían y comienzan a mostrar los primeros rasgos estéticos. (Que para otros eran sólo por motivos mágicos religiosos)

En el paleolítico el hombre da indicios de cierta necesidad artística, las cuevas halladas desde siglos pasados lo prueban: bisontes, mamuts y otros animales herbívoros de menor tamaño se encuentran representados ciertamente de un modo naturalista. Aunque se sabe que estos dibujos y pinturas son el resultado de ensayos milenarios, al inicio serían meras abstracciones, formas vagas o intentos fallidos por imitar el volumen correcto. Sin presentar analogías con el arte geométrico del Neolítico.



Hay quienes afirman que el volumen de estas representaciones no se debió a la inexperiencia, que fueron así hechos de un modo intencional. Lo cierto es que estas formas lograron representar la inmediatez, la espontaneidad, la visión del cazador-artista; de allí que son consideradas dignas representaciones, no sólo por el hecho de establecer una prueba irrefutable de que en esas cuevas estuvieron hombres hace miles de años, sino que también son estimables pruebas artísticas del hombre primevo.

En torno a esto se han formulado diversas teorías, Hauser en su Historia social de la literatura y el arte, intuye en que estas creaciones perseguían fines mágicos religiosos, pues ve en ellas fieles reflejos de un instante capturado cuyo objetivo era el de instaurar una especie de ritual de la caza que fuera exitoso, ya que estos hombres lograron hacer más que una imitación del modelo a seguir, no sólo hacían al representado de una fidelidad tal, sino que lograban atrapar la esencia propia del animal y el instante, pues no sólo estaba allí el modelo, también estaba la flecha en su costado, la sangre saliendo de su boca y el haz de muerte brotando de sus ojos.

Sin embargo, otros afirman que estas representaciones sólo perseguían fines decorativos, necesidades estéticas del hombre de aquel tiempo; esto lo refuta Hauser exponiendo que resulta inverosímil por el hecho de que estos animales se hallaron en cuevas recónditas y totalmente oscuras.



Lo cierto de todo esto, es que son sólo conjeturas, no existe ciertamente algo que determine qué cosa significa realmente estos animales eternizados en esas cuevas. Lo que tenemos son definiciones a partir de pensamientos modernos. Para entender la verdadera esencia, supongo, tendríamos que despojarnos de todo lo aprendido, provocarnos una especie de amnesia y retornar al origen de todas las cosas, empero ni Descartes logró hacerlo absolutamente.

Posiblemente, para el hombre primevo su lógica concebida sea algo totalmente descabellado para nosotros.

Aunque si vemos todo su arte mobiliar, por ejemplo, inevitablemente debemos deducir que “eran hombres capaces de aprender” (Herkovist. El hombre y sus obras)

De las representaciones femeninas se ha documentado importante material, se han logrado significativos hallazgos, de los cuales los más representativos son las clasificadas en el arte mobiliar como “Venus”, la más típica y más nombrada es la de Willendorf, encontrada en Austria y la de datación más antigua, perteneciente al paleolítico, de caliza y con marcados rasgo de esteatopigia, ineludiblemente femenina por el abultamiento en las caderas y en la parte superior que son los senos; hace alusión a la fertilidad por su vientre hinchado. Que la fertilidad cumplía un papel primordial en esos tiempos, se hace evidente por la naturaleza del hombre, como la de todo animal, a la necesidad de su prolongación en la tierra. Recuérdese la adoración de las civilizaciones antiguas a la diosa madre. Las estatuillas femeninas de la civilización cretense, los cultos y danzas típicamente femeninas a la deidad dionisíaca en la Grecia Arcaica. Aquí se nos muestra el origen: En el inicio, Dios fue mujer. De allí que la mujer era digna de ser representada.

Desde siempre, pues, la mujer ha sido clave en la perpetuación de la especie, pues no ha sido sólo representada en las venus, también se han encontrado bajo relieves en cuevas, pinturas y dibujos datados del neolítico, dónde ya no es sólo asociada con la fertilidad sino con la cosecha y la guerra.



En el holoceno, la etapa interglaciar, ya no se hace indispensable la búsqueda de una piel que proporcione calor o una cueva más cálida. Llega la etapa que ha sido denominada de transición, ya que el hombre comienza a dar los primeros pasos a una sociedad organizada, no completamente pero ya empieza a salir de las cuevas, ya va dejando la caza como medio primario de subsistencia, se siente capaz, ya sabe que puede usar sus manos no sólo para construir utensilios para destajar carne, sino que puede valerse de la naturaleza para producir. Abandona su estado parasitario para dedicarse a los primeros indicios de la agricultura. También empieza a trazar lo aprendido desde generaciones atrás fuera de las cuevas, con una increíble agilidad y experiencia. Se conoce de ello, las pinturas halladas en el Levante español, magníficos trazos realistas de animales incluso ya extintos como el mamut. De allí que algunos prehistoriadores dataron estas manifestaciones al paleolítico, sin embargo, se ha probado que sólo son influencias estilísticas legadas de generaciones atrás.

Como ya se refirió, el mesolítico trajo consigo, un ambiente más favorable para el hombre, éste dejó de ser un nómada que recorría continentes para buscar entornos más favorables, huir de la atroz temperatura que quizás actualmente no lograríamos soportar. Quizás, fue la etapa glaciar que sumergió al hombre en un cierto estancamiento por milenios hasta que, por fortuna llegó el mesolítico logrando con esto los primeros vestigios de civilización, hasta cuando llega La edad de la nueva piedra o neolítico, que es el período de la prehistoria donde por completo, empieza a forjarse los primeros indicios de civilización. Surge la cosecha, la ganadería, hay más posibilidades de construir por doquier, crece la sociedad y comienza con ello el deseo del absoluto, como sucedió ulteriormente con los egipcios, el hombre busca la eternidad a través de manifestaciones comunales: los megalíticos.

Los megalíticos son construcciones en piedra datadas del neolítico y son evidencias patentes del origen de una sociedad totalmente organizada, por la naturaleza de su majestuosidad. Indudablemente que para su levantamiento se necesitaron a miles de hombres regidos posiblemente por otro grupo que se encargaba de la estructuración. Aquí el hombre abandona su esencia individual que le había caracterizado en el pasado y comienza a dar muestras de la necesidad de comunidad. Los megalíticos se clasifican en tres tipos de edificación, el dolme, que es una piedra colocada verticalmente como asemejando a un falo que busca la inmensidad en la altura, el menhir es un dolme ubicado horizontalmente sobre dos más y cromlechs el conjunto de ambos monumentos. Estos, quizás perseguían un ambiente funeral por el carácter, por su disposición, también porque se han hallado ciertos grabados, representaciones pictóricas. Posiblemente porque sea lo más fácil de documentar, quizás por que sea lo más evidente por la mentalidad que lo estudia, pueden ser múltiples las teorías, no obstante la más aceptada es la que encierra, que estos hombres, perseguían una suerte de ritual. La altura, la pesadez, la fuerza que se requería para su elevación lo puede demostrar.

El hombre con la elevación busca alcanzar el absoluto, estar más cerca de sus dioses; tal como se buscaba con las catedrales góticas o las pirámides faraónicas, la altura para estar más cerca del cielo, de la deidad y por lo tanto de la eternidad.



No sabemos con exactitud qué buscaban- Lamentablemente, nuestro pensamiento sigue siendo escaso ante los milenios que existieron de prehistoria. El hecho es que somos incapaces de ver más allá; en lo que a mí respecta, ese ha sido el problema, por eso nos encontramos en un estancamiento en cuanto a lo que el mundo prehistórico se refiere, lo que conocemos es nada, trozos insignificantes de nuestro origen; vemos con nuestros ojos de ahora, con la lógica que nos rige en este instante de nuestra existencia, prácticamente somos otra especie de homo en este siglo mecanizado, qué lejos estamos de aquellos hombres que probablemente construían para la eternidad, como lo advierte Giedion, “Es hora de volver a ser humanos”.

Es hora de volver o de despertarnos, de entender que somos humanos finitos pero libres, de que podemos hallar nuestro absoluto dentro de nuestra mortalidad. Tal vez así podamos entender el cosmos del hombre primevo.


viernes, 7 de noviembre de 2008

Safo de Lesbos (Σαπφώ)


¿El último poema?

Vosotras cuidad, hijas, de los dones hermosos de las Musas

de fragante regazo, y de la vibrante lira compañera del canto.

Pero mi piel que antes fue tan suave la sometió ya la vejez

y blancos se han vuelto mis negros cabellos de antaño.

Pesado se ha hecho mi ánimo, y no me sostienen las rodillas

que otro tiempo fueron tan ágiles como corzas en la danza.

De eso me lamento día tras día. ¿Pero qué puedo hacer?

Cuando se es humano, no es posible dejar de envejecer.

De Titono, en efecto, contaban que la Aurora de brazos de rosa,

inflamada de amor, lo raptó para llevarlo al confín de la tierra

porque era bello y joven. Mas de igual modo a él con el tiempo

lo atrapó la grisácea vejez, aun teniendo una esposa divina.